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movimiento, sus manos enguantadas con manoplas negras sacaron sendas pistolas
relámpago de las negras pistoleras a su lado, y me apuntó con ellas.
Nunca había arrostrado, me pareció, nada tan glacial como las bocas de sus fusiles de
percusión y su mirada. «Claro  me dije amargamente , pensaba traicionarme desde el
principio, utilizando, como quien no quiere la cosa, sus tretas aparentemente ingenuas
para lavarme el cerebro y ablandarme por encargo de su padre. Debía haber tenido en
cuenta que no puede uno fiarse de la compañía de una rojilla.» Saboreé la amargura, no
sólo por la píldora antigravedad que había tardado en ingerir.
Oí unos rápidos pasos tras de mí, dos series de ellos, y gritos de:
 ¡Ahí está el negro canalla! ¡Ya le hemos cogido!
Me sujetaron los brazos por detrás y me colocaron una cortante mordaza ceñida contra
mi sien.
Entonces, con el más débil susurro de ionización y su perfume más sutilmente ácido,
dos tenues rayos aguzados escaparon de las bocas de las pistolas de Rachel y pasaron a
pocos centímetros de mis mejillas.
La presa en mis brazos se aflojó, la mordaza dejó de pincharme la sien, y sonaron dos
golpes pesados, sordos, sobre el porche a ambos lados de mí.
 Saludos, capitán Skull  me llamó ella . Ahora baja de prisa y monta detrás de mí.
Esos dos guardias estarán fuera de combate durante media hora, pero hasta con los
débiles mentales que nos atacan es imperdonable perder tiempo.
Dominando mi momentánea sorpresa y otras emociones, bajé las escaleras de dos en
dos, vigilando mis pies atentamente, y repliqué:
 ¿Quieres decir que podemos escapar? ¿No han cercado los guardias la mansión?
 No, demonio. Como todas las guerras tejanas, esta pequeña refriega ha sido una
escaramuza. Pasa ahora una pierna por encima y salta luego con la otra. Te daré un tirón
por el hombro.
 Pero Rachel  pregunté, mientras obedecía y montaba sobre la palpitante carne del
caballo, con el dermatoesternón apretado contra la muchacha , ¿cómo sabías que ibas
a encontrarme aquí. ¿Cómo adivinaste que tu padre me utilizaría para...?
 Eso es tan fácil como adivinar que una rata va a morder  respondió en tono
burlón . Ahora rodéame con los brazos. Basta imaginar el procedimiento más tortuoso y
más seguro para leer pensamientos de papá hasta la base del espinazo. Como ves he
robado incluso tu equipaje y lo he colocado en el arzón. ¿Qué parece mi servicio?
Dio media vuelta en la silla. Su pálido rostro, de leve sonrisa, estaba junto al mío, 
Ahora confiesa, Scully  dijo . ¿No estás un poco sorprendido al descubrir que la boba
mujercita de teatro (sólo que, en realidad, es también una tía disoluta), la risueña hija del
gobernador, sea en la actualidad Nuestra Señora de la Muerte Repentina, la Madonna
Negra del Submundo de los Gibosos?
 Pues sí  dije verazmente . Bueno, no...
Soltó otra de sus tremendas risas.
 Vosotros los hombres...  comenzó, pero luego sus ojos, escudriñando mi frente,
mostraron repentina preocupación . ¡Estás herido, amor mío!
Evidentemente, el balazo de rebote había hecho brotar sangre.
 No es nada  le dije.
 Más vale que no lo sea  me dijo seriamente , porque tienes muchas más cosas
que hacer esta noche. Arrópate con el capuz, que tus huesos brillan demasiado. Y
quédate ahora conmigo  añadió, volviéndose de frente y tomando las riendas . Puedes
sentirme un poco, si tienes ocasión. ¡Oh! Tu esqueleto sigue estando gélido. Pero
¡quédate, por tu vida, que la causa que ahora está en juego es mucho más importante
que aun la preciosa existencia de mi amante!
Tocó con sus talones los grandes flancos blancos del animal y en seguida nos
hallamos atravesando sombras de árboles y espacios plateados a un pesado galope, que
me hacía traquetear considerablemente, y no sólo rodear con mis antebrazos su cintura,
sino también afirmar mis piernas colgantes apretándolas contra el blanco barrilón
bamboleante de debajo. En mi cerebro se había acumulado cierta ofuscación.
 ¿A dónde vamos?  pregunté.
Ella respondió:
 Al punto central de la asamblea sediciosa revolucionaria de esta noche, que, según
parece, será en el estrado orquestal del cementerio de Ciudad de los Engrasadores.
Atravesamos galopando la noche iluminada por la luna, mi mente convertida, sin duda,
en un hervidero de confusión.
6 - En la iglesia
La Muerte Alta, la Muerte Alta
Alta como libertad,
Y viene, sí, viene
Aquí de la eternidad.
El Esqueleto, el Esqueleto
Quiere Texas caminar,
Porque él caza, porque encuentra
muchos gringos que matar.
Y seguiremos, sí, seguiremos
Muerte donde él caza,
Y mataremos, sí, mataremos
tejanos, hombre y dama.
Canción del Submundo de los Gibosos, cantada
con la melodía de La Cucaracha
A continuación, figura una inspirada traducción libre al inglés, debida a Rachel Vachel
Lamar:
The tall grim reaper, the tall grim reaper,
Tall as all of liberty,
And he is coming, yes, he is coming
Here from far eternity.
Sir Skeíetony, Sir Skeletony
Wants to travel Texas through
Because he's hunting,
because he's finding
And we ¡will follow, yes, we will Jollow
Death to where the oceans curl, And we'll
be killing, yes, we'll be slaying Texans,
every man and girl.
Rachel guió como una exhalación a nuestra montura, haciéndola subir al paso por los
escalones anchos y bajos que precedían la iglesia; los muros de ésta, rosados y azul
pastel, eran ahora sólo dos sombras plateadas a la luz de la luna. La noche estaba
pavorosamente silenciosa. No vi signos de vida en el cementerio  buena cosa, supongo,
en esas solitarias circunstancias ni alrededor del estrado orquestal, ni siquiera en la
iglesia. Ello hizo que me extrañase de que ella hubiera aludido a una «asamblea sediciosa
revolucionaria». Sin embargo, más bien me alegré de no ver a la Cucaracha. Después de
media hora de tambalearme abrazado a Rachel, durante la cual mi barbuquejo de titanio
reposó a menudo en su hombro, junto a su cuello, mi deseo se concentró en ella casi por
entero, aunque nuestra proximidad se derivase principalmente de mi necesidad de
cabalgar a la grupa. Y la idea de mi anterior enamoramiento de, digamos, una enana, me
había llegado a parecer casi grotesco. Por otra parte, no estaba totalmente seguro del
modo como Rachel Vachel  o la Kootch Rachel, en este caso, habría acogido  si
«acogido» es la palabra justa a la Cucaracha. Las mujeres son propensas a albergar
recíprocamente extrañas animosidades, en que los mejores intereses del hombre
implicado se olvidan totalmente.
Las altas puertas de la iglesia se abrieron en una ancha ranura que dejó escapar una
luminosidad de tono amarillo oscuro y tres gibosos descalzos, con capuchas y túnicas
arremangadas pardas. Los dos primeros llevaban una ligera escala de tres peldaños que
apoyaron junto al caballo de modo que una de mis suelas la rozase. El tercero cruzó los
brazos y miró a Rachel, con dignidad y orgullo en sus ojos escrutadores, y fanatismo en la
presión de sus morenas mandíbulas apretadas.
 ¿Cómo está la noche?  entonó.
 Sucia y oscura  contestó Rachel.
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